martes, 12 de febrero de 2008

EL DOLOR

Iván, yacía en una camilla del Hospital Clínico de Valencia, había tenido un accidente jugando al fútbol-sala, bastante grave. Aunque en el mismo momento del terrible percance, nadie podía haberse imaginado las terribles consecuencias que podían haber ocurrido.

El chico, era el que más tranquilo estaba, su abuela Tina, que era enfermera de dicho hospital, estaba con él, cogiéndole de la mano y tranquilizándolo en la misma sala de Urgencias.
A unos metros, veía a su madre, hablando con las enfermeras... Según, me han dicho, estaba jugando al fútbol y el chiquillo cayó... ¡ Eh !, no adelantemos acontecimientos. Volvamos al pasado….
Unas seis horas antes, aproximadamente. Iván, está en casa, y se levanta para salir a la calle. Se dirige a los Salesianos de San Juan Bosco, donde el había cursado algunos cursos de la EGB. Ahora, iba a otro colegio C.E.P. Santo Cáliz. Pero, los salesianos, estaban a cinco minutos de casa.
También hay un campus donde hay varios campos de baloncesto, algunos de balonmano y un campo de tierra de fútbol, donde juega uno de los equipos filiales al Valencia CF.

Cuando llega al Colegio de los curas, ve a Don Eladio... Le coge la mano y se la besa, haciendo una especie de reverencia... ¿ como estas, Iván ?, ¿ has venido a jugar ?... Ten, cuidado.- Sí señor, muchas gracias.

Aunque ya no iba a los Salesianos, tanto Don Jaime el director del centro como Don Eladio el secretario del centro y a la vez el hombre de confianza del primero, le tenían mucha estima. Los dos eran curas, y era una especie de obligación y en señal de respeto, besarles la mano y hacerle una pequeña reverencia.

El chico, se acerca a uno de los campos de balonmano, donde parece ser que están sorteando, lo que parece ser los equipos de fútbol. Iván, no le gusta mucho el fútbol para jugar, para verlo, le encanta. Él, su deporte favorito, es el balonmano.
Uno de los participantes, se le acerca... Disculpa, soy Rubén, ¿ quieres jugar con nosotros ?, nos falta uno.- Yo, Iván, pero soy muy malo, no se jugar al fútbol. No te preocupes, te pondremos de portero.
Desde entonces, Iván, siempre tubo la idea, de que los que no sabían jugar al fútbol, los ponían de portero. Una idea errónea, por supuesto. José, le indica, en que portería debe de defender mira, te toca en la portería donde está la bicicleta.
Y, ahí, va el pequeño, en dirección a la portería, donde había una bicicleta, quién podía pensar, que unos minutos después, aquel vehículos de dos ruedas, le iba a producir tanto dolor y sufrimientos, minutos después.

Después de varias paradas bravo, Iván le animaba Rubén. Muy bien le secunda José. Mientras los jugadores, del equipo contrario, se lamentaban de su mala suerte o de la buena suerte, que tenía el nuevo.


El resultado es aún de 0-0, y José, comete un penalti. Paco, el delantero del equipo contrario, quiere tirarlo él, posiblemente para desquitarse, de los errores de antes. Iván, está bajo los palos, cuando salta, despeja el balón, y el portero cae encima de la bicicleta, donde el pedal del pie izquierdo, se le clava en el pecho.

Todos, sus compañeros, se acercan para felicitarle, pero, ninguno se da cuenta, de lo que le estaba sucediendo. Siguió jugando, pero, el dolor le presionaba como sí alguien le estuviera presionando con una fuerza bruta en su pecho. En ciertos momentos del partido, se llevaba la mano al costado derecho, le dolía. Fue ahí, cuando aprendió a sufrir en silencio. Pero, el dolor, cada vez era más fuerte. Mientras, caía al suelo, el partido se terminaba.

Es cuando se dan cuenta todos de lo que le estaba ocurriendo a Iván. Se acercan y ven, que no puede respirar, le aconsejan que se vaya a casa. Como está en caliente, aún tiene algo de fuerza, para ir a casa, por sí sólo. Un trayecto de cinco minutos, se transforma en cuarenta y cinco minutos. Cuando llega al patio.

En ese momento, lo ve su vecino de la puerta seis un pescador como profesión. Ante, la gravedad que ve en el hijo de la puerta ocho, llama a su mujer, y le dice lo que ocurre y que se lo lleva al hospital. El padre del pequeño, que es el único que tenía coche, no estaba.
Así, que el vecino, su mujer, la madre del pequeño, cogen el coche un gordini amarillento, salió a toda velocidad, hacia el Clínico. Cuando iban por la carretera encorts, un SEAT 850 de color mostaza y matrícula V-232.101 se pone a la altura pitando el claxon. Era, Juan, el padre del pequeño, se hace los intercambios. Vicenta e Iván, cambian de coche, dándoles las gracias a los vecinos... Tranquilos, no pierdas tiempo, que al chiquillo lo veo mal. Ya me contaras, Vicenta. No dejes de informarme y tranquila, ya verás que es más el susto que lo que realmente pueda ser. La vecina, trataba de serenar a la madre, aunque al decir la verdad, viendo como veía a su hijo, también estaba bastante nerviosa,

Aunque intentaba disimularlo. Mamá, dile a papá que no corra... Tranquilo, cariño. Juan, no corras, que el chiquillo está asustado mientras con su mano izquierda saca un pañuelo blanco, dando a entender a los demás vehículos que llevaban un enfermo grave.
Estaban a punto de dejar la avenida Peris y Valero, cruzar el puente de montolivete y entrar en la Avenida Cardenal Benlloch, para luego entrar en Blasco Ibáñez y ya estar el Urgencias del hospital. Un trayecto de una media hora, sin contar los semáforos. Se hizo en diez minutos.
Pero, volvamos al principio. Aquí, estaba... Le meten en una habitación y le cortan con unas tijeras grandes los vaqueros y la camiseta rosa donde había dibujado un barco mercante que tanto le gustaba.

Su madre le tranquilita, diciendo que le comprarán otra camisa más bonita. El accidentado, ve entrar y salir a médicos y enfermeras sin ton ni son. No sabe porque está ahí, pues el dolor le ha desaparecido.

Empiezan a hacerles placas, le cuesta respirar, y el dolor le vuelve. Han pasado 24 horas y está es cuidados intensivos. Se despierta y ve a su madre en la silla con una bata azul de hospital. Empieza el desfile de visitas... Ve a su primo Pepito, que para él, es como el hermano mayor que nunca tuvo. Está cinco minutos y le anima diciéndole, que cuando este bueno, lo llevaría a ver los partidos del Levante.
Él, no le comprende, sí no es del equipo granota. Más tarde, entra su Padrino y le regaña en un tomo jocoso,... pero vamos haber, Iván, ahora, el dueño de la bicicleta, te va a pedir responsabilidades. El pedal, es una cosa sería mientras, le bromea le acaricia la cara y le da un beso, cuando se acerca a dárselo le dice... menudo susto me has dado.
Después de los primeros días de las habituales visitas. Iván, le han metido un tubo por la nariz, hasta el estómago, además de tener los goteros en el brazo derecho.

Su abuela, le dice que casi le tienen que hacer un agujero en la garganta, sí seguía sin poder respirar. Después de decirle que tiene cinco costillas rotas y medio pulmón destrozado, le hace una carantoña y le dedica una sonrisa maternal. Lleva varias semanas ingresado. Las visitas son interminables, cuando no son la familia, son las compañeras de su abuela.

Hoy su madre, no está, con él, es su tía Fali, quién ha cogido el testigo, para que su hermana descanse. Cariño... Le dice su tía hoy van a venir Juan y Silvia su novia de Barcelona a verte.

El sonríe, y se alegra, pues al no tener hermanos, ni primos por parte de su madre, sus primos de Barcelona, los quería bastante. Sólo tenía a su primo Pepito, pero era casi vente años mayor que él. Sus primos Susana, Pedro, Javier, Ramón y Juan, casi eran todos de la misma edad. Este último, era el mayor de todos y el único que tenía novia.

Cuando, llegan, Iván, se fijaba más en la novia que en su primo. Nunca había visto una chica tan bonita como ella. Le cogió de la mano y la tenía muy suave. Juan, le invitó algún partido de fútbol en el Nou Camp, sabiendo que su primo valenciano era simpatizante del Barsa. Él miro a sus padres y vieron la felicidad en sus rostros.
Después de tantos sufrimientos, ahora se han tornado de lágrimas de alegría. Una vez que se queda a solas con su padre, esté, le promete un viaje, donde el quiera. Sin dudarlo, dice... Barcelona.

Pero, no sabe el porque, a los dos días cambia de opinión y le pide a su padre que Barcelona, no. Quería ir Alicante. No sabe el porque, pero Alicante, le sonaba mejor.

Posiblemente, porque nunca había ido, y le parecía más interesante. Un mes después, ya estaba fuera. Pero, el dolor que tubo que soportar los minutos posteriores al accidente, era insoportable. Nunca tuvo dolor igual como aquel año, que no sabía jugar a fútbol y le pusieron de portero. Abril…1973.

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